La rebelión de las risas
Érase una mujer de sonrisa luminosa. El tirano creyó ver entre las líneas de algún libro sagrado que la risa de las mujeres ofendía a toda la creación. No dudó por lo tanto, ni un momento, en emitir un mandato supremo en el que prohibía reír a todas las mujeres que habitaban su reino.
—Seré benigno —dijo a todos—: podrán reír en privado, donde no puedan alterar la recta moralidad. Pero si son vistas, escuchadas o hay sospechas de que ríen en público, tendrán un castigo ejemplar. Las mujeres se miraron entre sí y aguantaron la respiración por un segundo. Sonrieron y después, sin que nadie pudiera impedirlo, rieron. No solo rieron, se carcajearon:
—Kahkaha, kehkehe, kihkihi, kohkoho, kuhkuhu.
Fue tanta y tan sonora, que a la risa cantarina de las mujeres se unieron las risas de los girasoles y de las sandías, de las campanas y de las palomas, que se encargaron de transmitir a todos las últimas noticias.
—La risa ha sido prohibida por el tirano: kahkaha, kehkehe, kihkihi, kohkoho, kuhkuhu —era la respuesta en todo el reino.
Como es bien sabido, la risa es altamente contagiosa, así que ya no solo reían mujeres, sandías, pájaros, campanas; los hombres comenzaron a reír. Reían con la boca, reían con los ojos, con la panza y con las manos batidas al aire…
—Kahkaha, kehkehe, kihkihi, kohkoho, kuhkuhu.
Aun las estrellas de cielos milenarios reían con su titilar. El tirano, que no se daba por vencido, gritaba desde su pedestal:
—¡Las mujeres no pueden reír! ¡Su risa está proscrita!
Pero todos seguían riendo con cada respiración, ya sin poder escuchar tan necia voz. Reían hasta llorar y rieron de todo y, por supuesto, de sí mismos. Reían también por escrito y en todos los idiomas.
—¡Hahahaha, hehehehe, hihihihihi, hohohoho, huhuhuhu!…
—¡Jajajajaja, jejejejeje, jijijijiji, jojojojojo, jujujujuju!
Cuando el ataque colectivo de risa fue cesando, el eco de los hechos les siguió haciendo cosquillas por un buen tiempo. Todos terminaron con una felicidad inédita, ingrávida. La risa es rebelión, descubrieron.
Sobra decir que el tirano fue derrocado. Nadie quería que repitiera, por si acaso, su pésimo mal chiste.
La historia detrás de esta historia
En julio de 2014, el Viceprimer Ministro de Turquía, Bülent Arınç, prohibió la carcajada de las mujeres en público. “Las mujeres no tienen que reírse en público porque tienen que ser castas”, declaró Arınç.
Como respuesta inmediata, las mujeres turcas no solo rieron sino que se carcajearon aprovechando las redes sociales y los medios de comunicación. En Twitter hubo más de trescientos mil mensajes con el término “kahkaha”, la palabra turca para “risa”; así como los hashtags #direnkahkaha, “la risa de la resistencia” y #direnkadin, “mujeres que resisten”.
Esta historia de la rebelión de las risas, fue tomada del libro Érase una mujer, de Vera Carvajal
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El libro “Érase una mujer” de la autora Vera Carvajal, plantea un viaje viaje por diferentes tiempos y geografías de la humanidad de mano de mujeres intensas, poderosas, enteramente bellas, capaces de trastocar el dolor en esperanza; de domar lo cruento con la palabra; de resistir y transformar; de preguntar y responder; de criar la vida en el cariño; de cambiar paradigmas del ser, del saber, del amar, del quehacer.
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